Por: Lidia M. Campos Miranda
Los últimos acontecimientos generados al interior de la Asamblea Departamental de Tarija, muestran que el sistema democrático en la región está siendo asediado por una compleja crisis de gobernabilidad, ámbito en el cual el descontento de la población es evidente; no solo en este espacio, sino en la actual gestión del Gobierno Departamental.
El intentar por medio de la violencia prevalecer, hace evidente la incapacidad para hacer frente un conflicto o para aceptar un proceso que no favorece a un partido de turno. Esto naturalmente origina un quebrantamiento en la representación política y una dura crítica de la población a quienes gobiernan.
Son estos mismos actores los que con su accionar generan la falta de confianza que tiene la población hacia la clase política y hacia los partidos de los cuales provienen estos; traduciéndose en la mayoría de los casos, en una falta de interés a formar parte de ellos.
En el escenario actual, es preciso el surgimiento de figuras nuevas, líderes principalmente mujeres con valores, capacidad de desempeño y con vocación de servicio; que muestren con ejemplos claros y vivenciales que la esencia de la política se traduce en el bienestar común.
De manera general en Bolivia; la crisis de representación política es consecuencia de la crisis de los partidos como actores gobernantes; situación ante la cual existe una imperiosa necesidad de un cambio fundamental en la concepción de hacer política a fin de reconstruir las relaciones entre el estado y la sociedad.
Se trata de una nueva forma de visualizar y ejercer política, de tal manera que se refleje los intereses de la población en general; desarrollándose prácticas de deliberación y de concertación, que contribuyan a crear un nuevo modelo de gobernabilidad para adaptarse a los nuevos desafíos.
Para que una democracia sea equilibrada la presencia de la oposición es saludable, forma en la población diversos criterios y visiones de desarrollo; haciendo que esta se sienta identificada en sus pensamientos, opiniones, necesidades y acciones.
Pero para que todo esto funcione, no hay duda que la honestidad de los gobernantes es fundamental, la transparencia en la gestión pública y un accionar de cara al pueblo, sin disfraces ni discursos falsos.
El crecimiento de un liderazgo político no está acorde con una “guerra sucia”, entre políticos; la mentalidad de criticar a un oponente político sin fundamentos basados en un estudio de la realidad; quedan en palabras ofensivas simplemente, mismas que aminoran la imagen y el concepto de persona íntegra que se tiene.
Actualmente Bolivia requiere de mayor unidad, de una visión integradora, del recojo de percepciones de la población en general, de participación como el mejor mecanismo de construcción social que permita visualizar la región y el país en función al desarrollo.
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