Milos Alcalay
Chávez tiene razón al recordar la valentía del pueblo paraguayo cuando ese país se enfrentó al acoso de la Triple Alianza urdida en 1865 por Brasil, Argentina y Uruguay, que le costó la vida a millares de ciudadanos. Pero en lo que se equivoca, es que no se trata de que Lugo sea la víctima de la Triple alianza, sino al revés, ya que hoy se repite el hostigamiento de una nueva Triple Alianza a favor del ex presidente. Alí Rodríguez Araque se presentó en Asunción acompañado por todos los Cancilleres de UNASUR para intervenir en asuntos internos paraguayos y rechazar la transición constitucional que conto con los votos casi unánimes de los parlamentarios de ese país, en aplicación del artículo 225 de su Constitución -decisión aceptada por el presidente Lugo- pero rechazada por sus amigos del ALBA y de UNASUR. Las fuerzas vivas de la sociedad, la opinión pública, los partidos políticos de gobierno y de oposición, los diplomáticos de trayectoria, las instituciones sociales que vieron con esperanza el cambio ofrecido e incumplido de Lugo, la Iglesia de la que él provenía, el vicepresidente Franco electo en la misma plancha presidencial, en fin, buena parte del país estuvo de acuerdo en poner fin a varios años de prepotencia, en los que el mandatario se fue aislando no sólo de sus adversarios, sino de sus propios seguidores. La experiencia paraguaya es rechazada por aquellos mandatarios que llegan al poder con los votos pero luego creen estar por encima de la Constitución y las leyes, por lo que no dialogan con la oposición, ideologizan las Fuerzas Armadas, expropian ilegalmente empresas y terrenos creyéndose semi-dioses. Los paraguayos dieron pasos para remediar constitucionalmente una crisis que se prolongó durante años. Uruguay, Brasil y Argentina nunca le perdonaron al Parlamento paraguayo exigirle a Venezuela el cumplimiento de la clausula democrática adoptada en Ushuaia, para permitir el ingreso de Hugo Chávez al Mercosur. Hoy se suman a esa triple alianza Venezuela, Ecuador y Bolivia, quienes ahora sí invocan la cláusula democrática y la Carta Democrática Interamericana -incumplida en sus países- para romper relaciones. No es la primera vez que los parlamentos han utilizado procedimientos constitucionales para poner fin a los mandatos presidenciales. En la propia Venezuela, después del fallido golpe de Chávez, el Congreso separó de su cargo a CAP. Lo mismo ocurrió en Brasil con Color de Mello, y en el propio Paraguay, con el presidente Cubas. Ningún país alegó en aquel momento un “golpe de Estado parlamentario”. ¿Por qué ahora sí? Hoy existe un “Club de Amigos” que se defienden y que pretenden mantenerse en el poder utilizando el chantaje de una Múltiple-Alianza. Lamentablemente, los siguen pasivamente otros países democráticos
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