Por: Alejandro Delius Tejada
Abrí mis ojos en este cuerpo el año setenta y siete, Bolivia era una madre golpeada por la Dictadura de Banzer desde hacía 6 años, pero aún le faltaba sufrir uno más de torturas. Fueron 150 desaparecidos, entre 1971 y 1978, como resultado de la lucha de Estados Unidos en contra de las ideas comunistas bajo el poder de su fiel soldado boliviano Hugo Banzer.
En los años de mi niñez se construyó en la Patria una especie de caja oscura como contenedor camuflado de una bochornosa historia de negocios entre algunas cuantas familias que administraron, saquearon, y usaron al país indiscriminadamente hasta enero de 2006, y aún agónicamente hasta la expulsión de la DEA en noviembre del año 2008. No por nada para sorpresa del mundo, según el plan eterno de los compinches de la extrema derecha boliviana, el dictador Banzer volvió a ser Presidente, ulteriormente a un pacto con Jaime Paz Zamora (MIR) y Gonzalo Sanchéz de Lozada (MNR). Pacto en donde se turnaban políticamente las presidencias cada cuatro años. Luego de distintos tonos de dictadura militar bajo el plan Cóndor hasta el año 1982, y pasando la difícil etapa de la UDP, se fueron turnando en el Poder con ayuda del Gobierno de los Estados Unidos; Victor Paz Estensoro (MNR) de 1985 a 1989, Jaime Paz Zamora (MIR) de 1989 a 1993, Gonzalo Sanchez de Lozada (MNR) de 1993 a 1997, Hugo Banzer Suarez (ADN) de 1997 a 2001, año en que fallece. Junto a la muerte del general se avizora por primera vez el tiempo final de un delito premeditado y callado desde mucho atrás.
Las familias que trabajaban con Banzer, en su último gobierno, se aseguraron de posesionar estratégicamente a la CIA desde la embajada de Estados Unidos y formularon los pactos y caminos para que el siguiente Presidente boliviano cumpliera el trato de vender nuestros recursos a las corporaciones imperialistas pro Bush. La idea de Goni y sus secuaces era: ENTRAR, ROBAR Y ESCAPAR, aunque haya que matar a quien fuere o violar a Bolivia nuestra madre.
Lógicamente por la época histórica social que me tocó vivir, crecí dentro de las corrientes bolivianas de la República donde la sociedad dominante de entonces, aquella desesperada por aparentar no ser de acá, cual amante soñadora de la vida “Estadounidense”, discriminaba violenta impune y libremente a los hombres que tuvieran piel indígena, cabello largo, pensamientos socialistas, ideas de igualdad humana, poco dinero, apellido con sonido aymara, inclinaciones Artísticas, sueños nacionalistas, amor a lo ancestral, esperanzas de paz o desacuerdo a las imposiciones.
A las mujeres de este círculo infame de pocas familias, de apariencia por encima de las ideas, ni se las tomaba en cuenta para las decisiones importantes. La República fue, para la mayoría de las mujeres bolivianas, una oscura época de discriminación dolorosa, de abuso psicológico, de maltrato intelectual, de aplastamiento a sus sueños individuales. Históricamente, la mayoría de mujeres bolivianas muchas veces han sido consideradas simplemente como objetos o trofeos, como muebles modernos que no tienen derecho a opinar, mucho menos a disentir, o discernir, o apaciguar en ayuda al prójimo.
Fue duro crecer en el lado injusto de la balanza, pero salí ileso y con una misión de lucha. Me educaron y entrenaron para odiar a Fidel Castro, a Lenín, a los cubanos, a los homosexuales, a los chinos, a los socialistas, a los de piel de distinto tono, a mi país, a mi cultura, a nuestras mayorías, a nuestra ubicación geográfica, a las raíces de mi sangre boliviana. Me obligaron a ser fan del capitalismo y a ocultarme de lo que en verdad soy, un hombre libre boliviano con orgullo Plurinacional, un luchador guerrero por un mundo hermano más fuerte que las almas desteñidas, un enemigo de la postergación de los más pobres.
Aquí me encuentro hoy más allá de mis treinta años, orgulloso de vivir el momento histórico mundial de lucha por la igualdad de oportunidades y derechos humanos. Nuestra Patria se levanta poco a poco del desmantelamiento de las últimas cuatro décadas. No había visto tanto civismo antes, tantas mujeres visiblemente preparadas, tantas inteligencias sin complejos, tantas voces en las palabras, tantos colores, tanta oportunidad de pensar por nosotros mismos, tanto honor de una Nación con muchas naciones mágicas.
En fin, así es la historia que pocos miran. El Gringo Sanchez de Lozada, el cobarde zorro Sanchez Bersaín, y una legión de secuaces con peluca y máscara, se llevaron 67 muertos y millones de dólares antes de escapar con un botín final en un helicóptero, así como en las películas gringas, así como protegidos y apañados por alguien más inescrupuloso.
Yo se que el lector de mente joven y amigo de la justicia está asqueado con estos señores de la extinguida república, yo se que jamás se permitirá que los mismos que apañaron estos largos actos criminales vuelvan a ser administradores de nuestros pasos largos a la grandeza boliviana.
Solamente hay que ser libres, decidir guiarnos por el alma, pelear por nuestras creencias de paz, de días mejores, de unidad, de Mar boliviano, de fomento al amor por nuestros muchos colores.
NO a la guerra, SI a la preservación del ser humano. Creamos en una Patria Grande! Bolivia es una Patria Grande!
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