ADOQUINES DE REALIDAD FANTÁSTICA

Por: Alejandro Delius Tejada
Los Nazis a la cabeza de Hitler-Himmler-Goering, entusiasmados y convencidos por las postulaciones cosmogónicas de Horbiger, contrarias a la teoría física judeomarxista, creyeron ser el mágico y poderoso ejército de fuego en una guerra imaginaria contra el hielo eterno. Basaron sus pasos en el ocultismo y hasta se movieron militarmente según los conocimientos adquiridos de la magia negra. Olvidaron al ser humano por pensar en existencias superiores, en esos gigantes increíbles e iluminados con poderes de dominio sobre la naturaleza. Desarrollaron una carrera científica por su idea mística de la tierra cóncava, aseguraron que moramos en el interior del planeta, con varias lunas caídas, con astros que son cuerpos congelados. Ese error espiritual guiado por una locura intuitiva, disfrazada de ciencia, los ha convertido en los monstruos extraterrestres inhumanos de la historia, en la calamidad de locura colectiva más extraña del siglo XX.
Aún en Nuremberg, los Nazis jamás se inmutaron ante el espantoso momento mundial de realidad, para ellos no existió nunca el arrepentimiento. Murieron creyendo estar correctos, entendiendo que el prójimo distinto no merece calificarse como persona. También los dictadores militares maléficos que casi exterminan el futuro de Latinoamérica, en esa locura instruida por el Gobierno de los Estados Unidos bajo intenciones tácitas de la Doctrina de Seguridad Nacional, actuaron de manera fría, inhumana, inmutable, para asesinar personas, desaparecer ideologías y, también de manera grotesca, para enfrentarse ante los juicios de genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Los dictadores militares postraron a nuestros pueblos en la miseria y enlutaron las banderas de igualdad social. Todo por una simple instrucción del jefe máximo con lujosa casa blanca, por el dinero mezclado con poder, por constantes vacaciones pagadas en Miami o Panamá, por favores al narcotráfico, por venganza irracional, por racismo histórico, por odio descomunal.
Jamás hay que predicar nada, ni luchar por nada, ni argumentar nada, ni justificar nada, ni ahogarse por nada, ni confrontar a nadie por nada, si no entendemos primero las razones espirituales de nuestra existencia, si no comprendemos cuál es la misión que elegimos para dejar una huella en el mundo. Un error de honestidad con el alma puede convertirnos en una abrumadora oscuridad.
Cuidemos nuestra cabeza, pensemos con calma, miremos hacia adelante, vivamos con la idea de una humanidad que respeta al ser humano. Seamos felices por nuestras visiones enaltecedoras, NO por dinero, NO por nuestro poder, No por nuestras posibles ventajas sobre el prójimo.
Al final se trata de ver felices a quienes amamos, de mirarnos al espejo para reflejar paz, de dormir tranquilos aún en medio del problema, de amanecer con una enorme alegría, de entregarlo todo sin esperar nada más que el honor de estar aquí y ahora.



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