Caminos… ¿cuáles son nuestros caminos?…

Hace más de tres años que el camino y/o variante “Canaletas Entre Ríos” no avanza como se supone debe hacerlo, puesto que primeramente los negociados a nivel de gobernación y después de procesos jurídicos iniciados sobre cualquier obra que haya creado la oposición al actual régimen político gobernante, son gatillos que disparan incapacidad e inconsecuencia en el proceso.

Falda La Queñua, es un tramo caminero integrado a las obras sobre la construcción de la carretera Tarija Potosí, que hace más de 3 años no tiene continuidad después que se suspendieron las obras por la rescisión de contrato con la empresa Queiroz Galvao, que se adjudicó la licitación y fue traspasada a la también brasilera OAS, actualmente paralizada por falta de diesel.

La carretera Tarija Bermejo que era el orgullo de los tarijeños, en un tramo que permitía conexión con la Argentina, se encuentra deteriorada y el túnel falso de Alarachi… sigue siendo falso, porque no hay, desapareció y el lugar se constituye en gran amenaza para los transportistas a esa región, El Angosto en la ruta Tarija Villamontes Santa Cruz, se interrumpe con el menor movimiento geológico. Mientras tanto, Tarija sigue sumida en esa suerte de mediterraneidad ciudadana, con vínculos a los cuales no puede alcanzar, por falta de caminos, carreteras o vías que puedan unirnos con nuestros vecinos más cercanos.

El transporte tarijeño en vista de la falta de mantenimiento de los caminos en rutas hacia el Norte, Chaco y Sur, en ocasiones decide no pagar el peaje correspondiente, queja razonable que podemos comprobar quienes viajamos por tierra y debemos pasar la cuesta de Sama, “Con el Jesús en la boca”, los ojos cerrados y dientes apretados, soñando solamente con las promesas de una carretera asfaltada, que nos uniría con el occidente del país a través de Potosí.

Caminos hay muchos, y algunos como éste último me recuerdan canciones como aquella que dice: Desde Sama diviso yo/ el jardín donde nací/ a Tarija tierra linda/ y a su hermoso Guadalquivir… toda una cordillera con su montaña, símbolo de este valle florido, montaña que fue herida por el hombre en su geografía dibujando serpenteantes caminos con inclinaciones nacidas de mentes alucinadas y curvas con ángulos increíbles para conductores no cuerdos. Cuando uno vuelve a esta tierra, la emoción de sentirse cerca de su suelo, su río (qué poco queda de él), el trabajo, los amigos y la familia, quizá no toma en cuenta los grupos de capillas con cruces o cruces simplemente que nos hablan de la venganza de la montaña con el hombre, que al sentirse herida, cobra su precio en vidas humanas, las que se han perdido por centenas desde tiempos inmemoriales, desde cuando se construyó su primer delineación.

Hoy a punto de ser abandonada la carretera por la construcción  de la variante por Falda La Queñua, todavía no tiene compasión de los últimos viajeros que surcan sus polvorientos caminos y la garra de la montaña, aún sigue llevándose vidas de conductores alcoholizados, otros apresurados o simplemente de pasajeros inocentes que no tienen el dinero suficiente para hacer un viaje por avión. Aunque cuando uno vuelve en tiempos de sur, puede ver desde la cumbre uno de los espectáculos más hermosos, con un mar de algodón muy puro bajo sus pies, entonces semeja a la intención de un aterrizaje que tarda demasiado, tal vez hasta dos horas cuando la neblina está cerrada y termina aterrizando en la “tranca” de Santa Bárbara, donde finalmente puede respirar con más holgura y relajarse en su asiento.

CUÁLES CAMINOS

Acertadamente Roberto Ávila Castellanos escribió un libro titulado “Por Cuales Caminos”, que nos relata la triste historia del solar tarijeño en su intento por comunicarse con el país, y aún con su propio departamento (tal vez tenemos tantas diferencias con el Chaco, porque no tenemos caminos que nos comuniquen rápidamente), haciendo un detalle de los caminos al norte, y al interior del departamento en un exquisito lenguaje que lo puede comprender un ingeniero como un niño de primaria.

Allí, habla de otro camino, un camino de rieles que debería llegar a la capital tarijeña, transportando locomotoras y vagones de pasajeros tanto como de carga, gracias a la gentileza de los príncipes de la Glorieta de Sucre, don Francisco y doña Clotilde Argandoña, quienes construyeron la estación del ferrocarril tarijeño en un edificio de pura piedra canteada (hoy rectorado de la Universidad Juan Misael Saracho), como aporte a la llegada del ferrocarril a Tarija, los tarijeños eran los encargados de hacer llegar y salir el tren.

Desde luego nunca ocurrió y la estación ferroviaria paso a ser Rectorado. Pero mi padre (Walter Fernández Aramayo, hoy en el regazo del Señor), trabajador ferroviario y dirigente sindical del gremio, desde la lejana Tupiza, seguía impulsando el proyecto que contaba con los recursos necesarios financiados por la Bolivian Railway Company, para unir Tarija con el sistema Ferroviario del Sur, en un recorrido con llegada a Estación Balcarce, dependiente del sistema de ferrocarriles Villazón – Atocha.

Allá por los años 50s y 60s, existía servicio ferroviario entre Tupiza y Tarija por medio de las “Góndolas”, buses amarillos de 24 pasajeros (los más modernos de la época), que hacían servicio diario entre las dos ciudades, para que los pasajeros que salían de Tarija puedan tomar el tren de Tupiza hacia La Paz, breve tiempo que se utilizó la estación ferroviaria como terminal de góndolas.

El sistema ferroviario contaba con un estudio de proyecto a diseño final durante el primer gobierno del estadista tarijeño don Víctor Paz Estenssoro, casado con una noble dama cruceña, realizado por la inglesa Bolivian Railway Company. Los recursos existían, pero mí recordado padre solía contarme que muy raramente y por el descuido de los tarijeños esos dineros que estaban destinados a construir la interconexión ferroviaria Balcarce – Tarija, sirvieron para financiar y construir el ferrocarril Yacuiba Santa Cruz, dejando una vez más a Tarija, privada de una ruta de conexión directa con el occidente del país.

SENDAS

En fin… caminos hay, pero otros que no los hay, los que han viajado por ellos “Mordiendo el polvo” de sus estrechas vías podemos decir que son casi prehistóricos, mientras tenemos una carretera asfaltada que une Santa Cruz con Yacuiba y da paso hacia la República Argentina, los caminos entre Villamontes, Yacuiba y Tarija siguen siendo precarios, de tierra y nunca atendidos en su mantenimiento.

Una ruta completamente asfaltada entre La Paz, Oruro, Potosí, Tupiza y Villazón, llegando a La Quiaca desde la sede de gobierno, además por tren, en una carretera veloz. Mientras los caminos entre Tarija Tupiza y Villazón, semejan senderos de cabras y formaron a los choferes más osados del automovilismo, por la gran pericia de su “muñeca” en éstas sendas polvorientas, por donde diariamente transitan más de 400 pasajeros en los buses que cumplen servicios a esas ciudades, sin contar a la gente que todavía viaja en las carrocerías de algunos camiones de carga que llevan productos agrícolas o pescado.

Caminos… ¿Cuáles Caminos?… se pregunta Roberto Ávila en su libro, pasan 12 años de la edición y presentación del mismo y la misma pregunta sigue flotando en el aire, sugerencias y proyectos no son válidos, observaciones y detalles frenan las obras, la corrupción se engalana con diezmos que ya no son diezmos sino triezmos y la ciudad de Tarija sigue viviendo en subdesarrollo y felicidad (como lo denomina Bluske).

Estamos viviendo en un Estado Plurinacional y al parecer cada uno habla en su propio idioma y nadie se entiende, el único lenguaje que parece ser hablado por los ciudadanos de las más de 36 naciones que conforman este Estado Plurinacional, es el de la presión, paros, bloqueos, enfrentamientos y marchas, quien sabe así, podamos dejar los caminos, para poder marchar por carreteras desde Tarija hacia la sede de gobierno.



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