Vivimos en una época de acontecimientos determinantes e históricamente importantes para Bolivia, país que de manera similar a otros en Latinoamérica comenzó un proceso de transición democrática a fines de los años 70, para avanzar de manera gradual hacia la madurez de un régimen político considerado idóneo.
Observadores de la política boliviana coincidieron en señalar que en nuestro país nunca existió un sistema de partidos políticos, sino solo un conjunto de partidos que buscaron acceder al poder, convirtiéndose en partidos electoralistas marginados del verdadero rol de canalización y superación de las demandas del pueblo.
La falta de raíces en la sociedad civil hizo que los partidos políticos más que representativos se conviertan en partidos de poder, esta afirmación es el reflejo de parte de la realidad que acompaña la historia boliviana, nos la cita Jorge Lazarte en su libro: “Bolivia. Certezas e incertidumbres dela Democracia”.
Quienes promulgaron las leyes para regular la vida en sociedad de nuestro país trazaron en ocasiones un marco legal para la promoción de sus propios fines, recordemos que en el auge de la producción estañífera se plasmó una política gubernamental que solamente sustentaba la industria de este mineral.
La abstención del cobro de impuestos, pocas barreras tarifarias y bajos impuestos de exportación al exterior ocasionaron las depresiones económicas de 1907 y 1913 que afectaron la economía de la mayoría de los bolivianos en ese tiempo.
No existieron grandes diferencias ideológicas entre los primeros partidos políticos desde la creación del primero de ellos el Partido Conservador en 1880, una constante de la pugna política eran las luchas personales a raíz del caudillismo, personalismo y presidencialismo imperante.
A partir de 1880 hasta 1920 se sucedieron gobiernos mediante elecciones democráticas en el marco de lo que se definía como la “vieja democracia”, aquella democracia con el adicional: “representativa” que para Juan Jacobo Rousseau no era más que la pérdida de la esencia de la misma desde el momento en que se dio curso a una elección.
Historiadores dicen que en más de cien años de evolución del sistema político boliviano se puede constatar que la democracia siempre estuvo presente, más de 70 años con elecciones frente a 30 años de dictaduras, pero entender que los procesos electorales son el reflejo del ejercicio de una plena democracia, ¿no es acaso una visión limitada de este concepto?
Definir democracia ha sido una constante académica alrededor del mundo, el “deber ser” de la misma ha hecho perder el enfoque de lo que en realidad “es”, por tal motivo la tendencia actual para la comprensión de la democracia parte del estudio de las instituciones democráticas descubriendo los motivos de sus éxitos o fracasos.
Entre 1969 y 1977 resurgieron partidos políticos con una ideología comunista y socialista cuyos precursores habían vivido en la clandestinidad y el exilio, hoy Bolivia tiene un gobierno con esa tendencia que en sus primeros anuncios negó la implantación imperativa de cambios drásticos en todos los aspectos de la sociedad.
Por sus características podríamos decir que teóricamente se avanza a través de una social democracia, de manera gradual; con este paso más en la historia nos toca conocer si el tiempo devela en hechos la realidad de los postulados y la verdadera esencia de esta doctrina; y si los generadores actuales de la misma son fieles o actúan con el oportunismo con el que muchos aprovecharon momentos coyunturales.
Konrad Adenauer nombre de quien toma una Fundación dijo en 1962 que: “…nuestra conducta política debe estar basada en realismo sobrio (templado) sobre salidas, prioridades y valores. Lo que necesitamos es una habilidad sólida para distinguir cuestiones políticas importantes, de aquellas de importancia secundaría, un uso sensible de nuestra libertad, un cierto autocontrol, en presencia de oleajes de emoción y lemas”.
La forma específica que adquiere la democracia en nuestro país está determinada en toda su magnitud por las circunstancias políticas, sociales y económicas prevalentes, al igual que por la cultura, la tradición y la historia; esta última según Miguel de Cervantes “…ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de lo por venir”.
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