Carta de un niño a la gente grande (sus padres)

Revisando viejos papeles encontrados en un cajón de cartón en el desván, en medio de las cosas inútiles y que están para ser desechadas, encontré un papel doblado y casi arrugado, en medio de una gastada agenda, que por curiosidad lo abrí para leerlo tenía la firma de uno de mis hijos, con fecha de Julio 1995, cuando tenía 8 años solamente. Encontré una carta que me devolvió en el tiempo a esa época, haciéndome pensar en las actitudes que tomamos los mayores sobre los hijos, y cuán lejos volamos de una realidad que debe ser tratada de manera frontal y directa con nuestros retoños.

El escrito decía:

NO ENTIENDO A LA GENTE GRANDE

No entiendo a la gente grande… porque quitan las flores de las plantas para dejarlas marchitar en un jarrón.

… Porque dicen que quieren a los pajaritos, pero los encierran en jaulas.

… Porque no dejan entrar en las casas la luz del sol, dicen que les arruina los muebles.

… Porque pintan todas las cosas de gris y han llenado el cielo de antenas, chimeneas, tanques y torres.

… Porque no me dejan tocar todo lo que es lindo y colorido.

… Porque no me dejan caminar descalzo, ni chapotear bajo la lluvia.

… Porque le han puesto nombre difícil a todas las cosas sencillas.

… Porque han llenado las casas de porcelanas, cristales y cosas que se rompen.

… Porque cuando pregunto algo me contestan que soy muy chico, pero cuando lloro me dicen que soy un grandulón.

… Porque dicen que no tienen tiempo para nada pero se pasan la vida discutiendo.

… Porque me compran lindos juguetes, pero no quieren que juegue con ellos porque se rompen.

… Porque desobedecen las leyes que ellos mismos hacen.

… Porque quieren tener empleos importantes, y cuando llegan viven sentados en una silla.

… Porque se gastan la vida para conseguir dinero y cuando lo tienen lo malgastan.

… Porque no sienten el placer de perder el tiempo mirando las cosas, corriendo o saltando por parques, plazuelas y por el rio.

… Porque para reírse le piden permiso a la elegancia y se tapan la boca con un  pañuelo.

… Porque no le encuentran gracia al dar vueltas en un carrusel o calesita, no comerse un palo de algodón azucarado.

… Porque me hacen decir versitos que no entiendo.

… Porque me obligan a ser simpático y a besar a gente que no conozco, pero me impiden hablar con un desconocido.

… Porque están demasiado apurados para contestarme una pregunta o contarme un cuento.

… Porque cuando me porto mal me amenazan con ponerme una inyección, y cuando estoy enfermo me dicen que la misma, me hace bien.

… Porque se preocupan tanto por hacerse lindos o serios.

… Porque dicen mentiras y ellos mismos se las creen (además piensan que no me doy cuenta).

… Porque me dicen miedoso, pero ellos mismos me hablan de cucos y fantasmas que se llevan a los niños desobedientes.

… Porque me exigen que sea bueno, pero me regalan revólveres, dardos flechas y escopetas de aire comprimido.

… Porque me castigan cuando discuto con mis compañeros, pero ellos gritan, pelean y hasta matan en las guerras.

… Porque olvidan las cosas que tanto les gustaban cuando eran chicos.

… Porque cuando me equivoco me dicen “no te quiero más”.

… Porque se creen importantes por el sólo hecho de ser grandes.

… Porque cuando traigo una rata blanca de mascota a la casa gritan y me echan, pero ellos besan abrigan y consienten a sus perros en el sofá y en sus camas.

Por esto y por muchas otras cosas más no entiendo a la gente grande.

Y estaba la firma debajo.

Quede sentado en el taburete bajo de madera, con el que revisaba las cosas viejas, los pies extendidos, los lentes sobre la nariz y los ojos perdidos en el tiempo, meditando en el escrito. Mi hijo, el que hizo esta carta, o la copió de algún texto, hoy prepara su tesis en Ingeniería Electrónica en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) en Cochabamba.

Es mi obligación hacerle llegar un número de este periódico. Para ustedes padres (sin exclusión de género), vayan éstas letras para considerar, que actitudes están tomando con vuestros hijos.




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