Día nublado… desorganización del reloj biológico, la claridad de las 7 y media de la mañana es parecida a la que tenía las 6 en día despejado, se alteraron los horarios y es necesario salir corriendo, sin desayunar, para cumplir con el horario, de la escuela y el trabajo, esto induce a desayunar afuera y que mejor en el Mercado Central, con un buen vaso de api morado (phosck’o api) y sopaipillas o pasteles con queso, entrada por la calle Gral. Trigo y uno parece trasladarse a un suburbio londinense, donde la bruma no permite ver a más de 7 pasos al frente, es la sección de desayunos del Mercado Central, punto de encuentro y de intoxicación lenta… pero segura, de algunos amigos conocidos.
La estructura metálica que tiene como techo o tinglado el sector de desayunos del Mercado Central, es el promotor para esta acumulación de humo, que genera un proceso de intoxicación por inhalación de Monóxido de Carbono (CO), el que es absorbido y asimilado diariamente por quienes tienen como costumbre desayunar en esa área del principal centro de abasto, es notorio a la vista, olfato y por muy poco al tacto. Porque el humo mezclado con vapores de diversos tipos, podría cortarse con un machete para pasar de un extremo a otro.
CRONOLOGÍA
Todo empezó con los braseros, cuando la combustión era a leña o carbón, los que generaban mayor cantidad de humo, tanto de los vapores del api, como de las frituras de pasteles y sopaipillas, solo que en ese tiempo, existían algo más de 30.000 habitantes en la ciudad (hablo de los 70s). El mercado era a cielo abierto y el buen Dios que nos dio una ciudad ideal para el desarrollo vegetal, transformaba todo ese producto a través de procesos químicos, en oxigeno apto para respirar (como dice William Bluske en Subdesarrollo y Felicidad).
Pasaron los años y llegaron las cocinas a Kerosene, que contaminaban peor, todavía se veía el cielo desde el mercado central, pero la comodidad y el modernismo, provocó la construcción de un techo primeramente, un segundo piso después, más adelante un tinglado, encerrando todos los humos, vapores y gases que son producidos por las cocinas – ahora a gas natural domiciliario- del desayuno, de la merienda, el almuerzo y también de otros gases que muy disimuladamente escapan a los comensales, aprovechando la gama de olores que despiden los desagües de esta parte del mercado.
Lo cierto es que actualmente y muy lejos de la aldea cuasi provinciana que teníamos antes, ahora la ciudad es una urbe que genera contaminación desde todos los ángulos visibles de producción. Pero lo que nos ocupa ahora, es este símil de puerto de Buenos Aires o de Milán, que bajo una niebla espesa (humo y vapores), recibe a sus comensales desde las 7 de la mañana, y algunos de ellos de manera permanente para tomar su desayuno, y recibir su porción de gases de Monóxido de Carbono (CO).
Recordando algunos conocimientos de mis estudios en medicina y con ayuda de Daniel mi hijo, que espera profesionalizarse en esta noble carrera de servicio al ser humano, vemos que los eritrocitos (glóbulos rojos) que están presentes en la sangre, junto a los Leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas, son los encargados de transportar el oxigeno que tomamos del ambiente, hasta las células de todo el cuerpo, pero estos (los rojos), tienen mayor afinidad por el CO y el CO2, por cuanto, cuando existe mayor presencia en el ambiente de estos gases, los eritrocitos combinan su hemoglobina con el CO y el CO2 y depositan el mismo en las células del cuerpo humano, lo que genera intoxicación desencadenando manifestaciones clínicas como disnea (dificultad para respirar), mareos, pérdida de conocimiento y cuando esta es extrema, provoca cianosis (coloración azulada de la piel y las mucosas), pero la inhalación permanente y sucesiva de éstos gases tóxicos, produce otro tipo de reacciones, por ejemplo cefaleas, jaquecas y migrañas (dolor de cabeza) permanentes que son tratados como un dolor de cabeza corriente, sin encontrar el origen de la causa, hay cambio de temperamento, carácter, y provocan irritabilidad en la persona que está expuesta a este sistema de trabajo y ambiente, lo que sucede con las vendedoras y preparadoras de desayuno del mercado central.
SONDEO
En un sondeo realizado entre algunas personas que se encontraban en la mesa y a la pregunta de: ¿Qué siente con el humo y vapores del área de desayunos?, recogimos algunos testimonios: Dante, estudiante universitario de derecho y proveniente de Tupiza, dice que él, desayuna a diario en el mercado, “Me di cuenta del humo y del vapor, creo que hace mal, y ahora que lo dice, hay días que casi toda la mañana me mantengo con dolor de cabeza, tal vez trata de la inhalación de éstos gases, mire, ni lo había pensado, creo que el alcalde debe pararse fuerte para construir el nuevo mercado central, en Tupiza tenemos uno recién construido, moderno y con extractores para las secciones de desayunos y comidas”.
Melania es ama de casa, “El apuro para enviar a los chicos a la escuela, al marido al trabajo, no me dio tiempo para desayunar, como de paso entro al mercado para llevarme la proveeduría para cocinar en el día, pasé a desayunar en el mercado, pero no me di cuenta de los gases que menciona, bueno el apuro para hacer las cosas no le da tiempo a uno ni siquiera para mirar arriba, ahora que lo dice, siempre que desayuno en el mercado tengo dolor de cabeza y en las articulaciones, casi por toda la mañana, en algunas ocasiones ni siquiera el migradioxadol que tomo me hace bien, será por lo que usted dice?….”
Francisco es electricista, “No cambiaría los Apis del mercado por nada del mundo, además las sopaipillas son incomparables, nunca me di cuenta del humo y el vapor que forma un techo casi, hasta este día que me está haciendo ver esto, pero nunca tuve nada, ni dolores ni calambres, eso si ya me falla un poco la vista cuando miro de cerquita (tiene 55 años), así nomás ando, nada me hace mal”.
INTENDENCIA
El Intendente Municipal Luis Martínez, reconoció que los gases que son generados en la sección de desayunos son tóxicos, pues al observar desde la oficina de la intendencia que está a la misma altura donde concluye el tinglado, recibe todo el gas que generado abajo por combustión de las cocinas a gas, quemado de aceites en frituras de sopaipillas y pasteles, hervido de ollas de api, leche y calderas de agua, dejando los fierros del tinglado más gruesos que lo normal, por acumulación sucesivas de grasas, que formaron una costra como de cemento.
SOLUCIONES
Una de las soluciones urgentes es la construcción del nuevo mercado central, con reparticiones modernas y bien ventiladas como las que nos muestra el mercado El Molino. Existe el proyecto, lanzaron la licitación, pareciera haber consenso entre los ocupantes de este centro de abasto, ¿Entonces que falta? Esperemos que puedan construir en la traumática gestión del Alcalde Oscar Montes, solución a largo plazo, pero rápidamente que podemos hacer?….
La instalación de extractores eólicos en cada uno de los puestos, conectados por una tubería colectora que conduzca los gases a un gran extractor que lleve los residuos de humo y vapor a la parte más alta del mercado. Otra solución momentánea sería elevar los tinglados de las secciones de desayuno y almuerzos, para promover mayor ventilación en esas áreas, a bajos costos y a corto plazo. Pero la mejor solución desde luego es la construcción de un nuevo mercado central, porque el que tenemos, está completamente rebasado.
Bueno…, un simple desayuno nos mostró cual es la situación cuando vamos en busca de alimento y salimos de allí con una pequeña película de alquitrán en los alveolos de los pulmones. Día tras día va incrementado, no solamente para quienes acuden a desayunar en nuestro mercado central, sino, especialmente, para quienes durante años, preparan desayunos (exquisitos por cierto) en esta sección.
El alcalde de la ciudad debe pensar en darle alguna solución a este problema de salud, de ética y buena presentación, a sugerencia seguramente del Intendente Municipal. Como este, hay muchos otros casos que merecen nuestra atención.
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